DEEP PURPLE en Montevideo por Marcelo Marques
23 de noviembre de 2006, Velódromo Municipal
Publicado en www.bandajoven.com
Noviembre de 2006
Pocas megabandas internacionales pasan por Montevideo cada año, mientras que cruzando el charco, en Buenos Aires, cientos dejan sus esencias incrustadas. Por suerte tuvimos la oportunidad de tener en nuestro país a una leyenda británica. Desde adolescentes nü rockers hasta veteranos, desde metaleros fanáticos hasta curiosos presenciaron en el Velódromo a Deep Purple. Por delante de una tela con el nombre del grupo, que parecía gastada por tantos escenarios sobrellevados, Ian Gillan y los suyos entraron en escena con mucho poder. El canoso cantante comenzó a darle color al show mientras los otros cuatro integrantes le facilitaban como soporte exacto para que pudiera entonar. Sin ningún inconveniente en el sonido vibraron canciones clásicas del quinteto que hacían ovacionar al público entre tema y tema. Adelante, un adiestrado pogo extendía sus manos para que Gillan las tocara como suerte de recompensa. Con micrófono en mano el cantante sonreía a la gente y hasta señalaba a alguno que estaba ahí abajo. Tocó la armónica. Tocó la pandereta. Cantó bien. Pero sin duda alguna, quien se llevó la audiencia al bolsillo en más de una ocasión fue Steve Morse. Con sus solos de guitarra le daba a la noche el brillo perfecto. Plantado sin el resto de la banda sobre las tablas, en una especie de medley ejecutó la intro de Sweet Child O’ Mine como la clásica versión de Guns ‘n’ Roses. Ovación. Si bien los solos eran muchas veces demasiados extensos y obvios en tiempo, son bien típicos en este estilo de recitales, en donde el guitarrista siempre se luce y espera los aplausos. No hay duda, el peludo le robó las estrellas al cantante. Morse fue el centro de atención más veces que el propio frontman. También casi antes del final, Don Airey presumió con sus solos en teclados. Después de un intercambio de objetos -la banda tiraba púas y el público remeras- sonó la esperada Smoke on the Water que fue coreada por todos y que al escuchar el riff de la introducción aplaudió por completo.
El show rindió pero tendrían que pasar muchos largos meses para ver otra vez a Deep Purple, porque la manera en que basan sus presentaciones podría llegar a aburrir. Para el bis, otro clásico: Black Night. Esta vez volaron los palos de la batería. Luego de decir Unbelieveble cientos de veces, Gillan y los otros púrpuras emigraron dejando una performance auditivamente lúcida y directa.
Con las luces del Velódromo ya encendidas, muchos pedían púas a los securities de adelante. Hasta a los que desarmaban los equipos les pedían algún cable -de esos que miden metros y metros- en forma ingeniosa.
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